
Has tomado la vida en función de tus prejuicios, no como realmente es.
Te molesta que tu relación con los demás sea diferente a la idea que tienes en tu cabeza sobre las relaciones. Te cuesta aceptar que sean como son. Te cuesta aceptar que los otros no sean como te gustaría que fueran. Te cuesta aceptar que no son como tú.
Te has quedado esperando a que el mundo cambie para ti. Si crees tener el mundo en tus manos te has quedado fuera de él.
Para que veas la pequeñez de tu idea, cada vez que digas “todo el mundo…” o “es que todo el mundo…” cuenta objetivamente el número de personas a las que te refieres. Verás que no pasan de tres o de cuatro. Ese es el tamaño de tu planeta y lo confundes con el del universo completo.
Al tomarte tú como la medida y la referencia de todas las cosas, te niegas la posibilidad de vivir y de crecer, todo será siempre peor, nada y nadie serán suficientes. Antes de despreciar la imperfección de lo que te rodea, pregúntate si aceptas la tuya.
El mundo y el universo tienen más que ver con lo que desconoces y no entiendes que con lo que has creído que puedes abarcar.
¿Te quieres curar? Tolera que la realidad es mayor de lo que puedes alcanzar, de lo que puedes comprender y de lo que puedes controlar. Disfruta de la liberación de saber que casi nada depende de ti y encárgate de lo que sí depende de ti, tu vida. Verás que los demás se harán cargo de la suya.
¡Que seas tan feliz como te hayas propuesto!
Abrazos.
– Jorge Armas Davara