
Si cada uno se encarga de sí mismo y de su crecimiento, aporta crecimiento y riqueza, no conflicto.
En otro post te dije que no me gusta usar la palabra «felicidad» con la facilidad con la que se usa en las conversaciones cotidianas. Cuando la pronunciamos o escuchamos nos puede trasladar una leve e incómoda sensación de incertidumbre y frustración por saber que no tenemos una idea muy clara de lo que significa. Sentimos algo así como si estuviéramos profanando una energía mística desconocida para los no iniciados, como si hubiéramos pisoteado una flor, y que algún día, a fuerza de insistir en no saber en qué, se nos revelará en su amplia magnitud. Es lo que más buscamos y menos sabemos qué es…
Prefiero hablar de una emoción de profundo bienestar, la que obtienes al conocer tu lugar en el mundo, acompañada de la alegría de tu propio crecimiento y con una actitud de diversión en lo que haces. Cualquier otra cosa es droga.
Bien, pues dime cómo puedo conocer mi lugar en el mundo, estarás pensando. Vale: tu lugar en el mundo depende de tu éxito como ser humano, que te lo da el nivel de tu desarrollo personal, es decir, el aprendizaje que hayas querido obtener de cada dificultad que encontraste en tu progreso. Juzgar y valorar a otro añade oposición estéril a tu vida. Cada uno está en su propio juego.
Toma las dificultades que tienen que ver contigo, nada más, y ten siempre presente que el avance se produce con resistencia. Así funcionan las ruedas y las alas de los aviones.
Estar a tu favor supone aceptar que quien mejor te puede aportar, eres tú.
No existe la persona que pueda hacer por ti lo que tú no estás dispuesto a hacer por ti. La llave de la puerta es tuya. No la entregues.
Cualquier bendición, venga de quien venga, te puede tocar porque tú ya te habías bendecido primero.
La madurez emocional consiste en no autocondenarte ni responsabilizar al mundo de lo que te ocurre.
¡Un abrazo fuerte!
-Jorge Armas Davara
Gracias a ti, Alicia. Claro que sí.